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Una prótesis mioeléctrica para Sergio

Esta es la historia de Sergio, un niño de cuatro años que nació sin su brazo derecho y a quien una prótesis mioeléctrica le ha cambiado la vida, gracias a su esfuerzo constante, al apoyo incondicional de sus padres y a Ortoprono.

Fue justo en el momento en que Sergio llegó al mundo cuando sus padres se dieron cuenta que había nacido sin su brazo derecho. No se trataba de un problema hereditario, sino de una malformación. Desde entonces, el mayor reto al que se han enfrentado Manuel y Ana ha sido asumir la carencia de su hijo y estar constantemente pendientes de él para ayudarle. Deben controlar la utilización que el niño hace de su prótesis mioeléctrica, enseñarle cómo usarla o cómo puede realizar tareas con ella y potenciar el desarrollo de actividades bimanuales.

Este gran cambio ha hecho posible que Sergio se integre sin dificultad en su entorno, a pesar de ser un niño vergonzoso y muy tímido. Le gusta presumir de su prótesis en el colegio, dejando a todos sus compañeros alucinados con su «brazo robot». En este hábitat, los profesores también juegan un papel esencial en la vida cotidiana de Sergio: deben prestar constante atención a que se ponga su prótesis mioeléctrica y la utilice correctamente. Asimismo, la terapia ocupacional a la que acude por las tardes fomenta el uso de la prótesis con actividades y ejercicios de entrenamiento.

Durante la primera etapa de su vida, el niño manejaba únicamente una prótesis estética. Al cumplir los tres años, Sergio y sus padres acudieron a Ortoprono para que los técnicos especializados trataran su caso. Se le realizaron pruebas mioeléctricas y se empezó a entrenar con el ordenador. Tan solo seis meses más tarde, gracias a los avances tecnológicos, al gran trabajo realizado por su Técnico Ortoprotésico y a la implicación total de sus padres, empezó a utilizar su prótesis mioeléctrica. Mediante esta solución ortoprotésica, Sergio se convirtió en una persona más abierta, extrovertida y activa; se dio cuenta de que era algo positivo para él. Desde ese momento, su personalidad experimentó un gran cambio: ahora tiene menos vergüenza, se comunica fácilmente y es capaz de mantener conversaciones más dinámicas. En definitiva, la prótesis mioeléctrica le ha aportado seguridad en sí mismo y autonomía.

Cuando tenía tres años, Sergio llevaba una prótesis en el antebrazo con solo un electrodo, cuyo movimiento era generado a través de la contracción muscular (la mano abría) y la relajación muscular (la mano cerraba). Actualmente, y con cuatro años recién cumplidos, la prótesis incorpora dos electrodos, lo que supone que el niño puede abrir y cerrar la mano cuando quiera, además de controlar la fuerza de presión a través de la estimulación de los músculos flexores y extensores del antebrazo.

Esta prótesis consta de una batería interna que se carga conectada a la luz. Según el niño va creciendo, se van cambiando los diferentes componentes de su prótesis mioeléctrica, como, por ejemplo, el encaje (fabricado y adaptado por Ortoprono) o la mano. Conforme vaya cumpliendo años y adquiriendo madurez, se irán cambiando y/o añadiendo otro tipo de componentes que le beneficiarán para realizar actividades más completas y evitar así movimientos compensatorios con el brazo, como baterías con mayor autonomía o giro de muñeca. La prótesis mioeléctrica es personalizada y se adapta a las características de cada persona (largo y grosor antebrazo, tono de piel, etc).

Gracias a esta solución ortoprotésica, Sergio hace una vida normal: la prótesis mioeléctrica le garantiza calidad de vida y le permite adaptar los movimientos que le proporciona la prótesis a las actividades de la vida diaria, como comer, vestirse solo o ir en bicicleta.